Ayer al mediodía, escribía la última entrada del blog en pleno Síndrome Neoyorquino, cuando Juan, el argentino, llegó a la cocina y me preguntó qué tal. Uff, de bajón (le dije) con tantos días ya tocaba, lo normal vamos, estoy muy cansada. Vámonos por ahí, dijo. Y allá que nos fuimos hacia el puente de Brooklyn.
He cruzado el puente en bici, con sol, en dirección hacia Brooklyn, por la mañana, sola, con tormenta, por la tarde, con nubarrones, andando, en dirección hacia Manhattan, acompañada, con viento, de noche, y he pasado por debajo de él en barco.
Y todas las veces lo he disfrutado, cada vez por una cosa diferente.
Ahora, poner esto mismo en práctica y disfrutar de la ciudad y del viaje aún estando cansada, haga lo que haga.
Por cierto, esta vez sí que había alguien que me dejó su chaqueta después de la chopada, jajaja me acordé del paseo en barco.
He cruzado el puente en bici, con sol, en dirección hacia Brooklyn, por la mañana, sola, con tormenta, por la tarde, con nubarrones, andando, en dirección hacia Manhattan, acompañada, con viento, de noche, y he pasado por debajo de él en barco.
Y todas las veces lo he disfrutado, cada vez por una cosa diferente.
Ahora, poner esto mismo en práctica y disfrutar de la ciudad y del viaje aún estando cansada, haga lo que haga.
Por cierto, esta vez sí que había alguien que me dejó su chaqueta después de la chopada, jajaja me acordé del paseo en barco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario